martes, 17 de noviembre de 2009

seré tu aliento cuando pares a descansar.

Paulatinamente las gotas caen des del tejado del mundo. El dia se ha nublado y el frío hace humear las palabras de los transeúntes. En dias así parece que el caos se apodera de las grandes ciudades como esta. El invierno tintinea a la vuelta de la esquina, esperando así, que la última hoja de cobre caiga.Sus pasos sonaban sutiles sobre el asfalto, como los de alguien que no quiere llamar la atención. Se detuvo frente el edificio y un irrevocable deseo de salir corriendo le puso todos los sentidos alerta. Sacó las llabes del bolsillo y las introdujo en la cerradura, un giro limpio y un golpe seco, la puerta se abrió despacio. Subió las escaleras, peldaño a peldaño, retrasando en vano su llegada a casa. Frente a una puerta antigua de roble mazizo volvió a girar la llave. Entró. Todo estaba puesto tal y como él lo habia dejado, todo salvo sus recuerdos, que ya no recordaba ni donde estaban. Entró en su habitación. La cama, el armario, la mesa, la pequeña estanteria infinitamente desordenada, la alfombra en el suelo, la que tantas mañanas habia parado el frío de las baldosas, esa. Se sentó en la cama.-¿Alguna vez habéis querido tanto a alguien que el simple echo de imaginar su marcha te paraliza los musculos uno a uno? ¿Habéis querido tanto como para temblar de puro miedo al oírle llorar? ¿Tanto como para cometer locuras incesables e inimaginables? Él si. Hábilmente metió la infinidad de pequeños matizes que ella habia ido poniendo meticulosamente en su vida dentro de una caja. La cerró y la guardó, al mismo tiempo que guardaba en el fondo del armario los momentos mas dulces y amargos, los te quieros mejor dichos y las sonrisas mas sinceras de los ultimos meses.Volvió a mirar a su alrededor, algo vacio. Puso música hasta ensordecer a sus oídos y se tumbó. No queria pensar, no en ese momento.

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