martes, 21 de abril de 2009



Se oía el ruido de mi agitado paso contra el asfalto de la calle. Eran ya las once y esta estaba desierta. Los pensamientos rebotaban en mi cabeza sin ser claros ni concisos. Recordaba las ultimas palabras que le dije:

- Llámame mañana! –Sé que ya no volverá...

No, nunca volvió. Las sonrisas de una tarde de noviembre y el café frío encima de la mesa hacen aún de este amor un recuerdo especial. Eres como una fotografía en blanco y negro, entrañable pero fría. Eres como una sonrisa maliciosa del niño que le ha quitado el caramelo a su semejante. Como una lágrima de “perdoname” o una de “te echaré de menos”. Eres inverosimil, salvaje y aturdidor, siempre lo has sido. Ahora solo quedan cenizas de un amor demasiado apagado, y palabras, muchisimas palabras vacias, palabras que no siguen ningún guión, palabras que no sabemos como decir ni como callar.

Apresuré el paso, no me gustaba andar sola por la noche y empezaba a chispear.

Los pensamientos me volvian a inundar la mente mientras observaba a un gato que hurgaba en la basura.

Recuerdo el primer dia que te ví, queria tu sonrisa para mi. La conseguí pero a un alto precio, ahora soy prisionera de tu sonrisa y de todo lo demas. Quizá tendría que borrar todos tus recuerdos para no llorar mas, pero luego me doy cuenta de que no estan escritos, ni dibujados, ni fotografiados. No. Estan cicatrizados en mi piel, dibujados en mis sonrisas y las unicas imagenes son las de tus labios en el primer beso, inexpertos y dulces al apar que asustados, las de tus lágrimas sinceras, y las de las tardes del frio invierno.

Llegué a casa, mojada de arriba a bajo. Repentinamente puse nuestra canción, al máximo, sonaba mas fuerte que nunca, y tu no estabas a mi lado. Quemé tus recuerdos, los que se pueden ver. Los invisibles ya se perderán por alguna otra historia de amor que no será la nuestra.




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